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Siete años después de haber transformado la galería en un OXXO como parte del proyecto OROXXO, Gabriel Orozco presenta en kurimanzutto dibujos, pinturas y esculturas recientes que están intrincadamente conectadas a los lugares donde vive.

Los dibujos del Diario de Plantas, realizados en libretas lo suficientemente pequeñas como para caber en la palma de una mano, registran impresiones y bocetos de hojas que trazan una cartografía incompleta del crecimiento orgánico. Orozco comenzó esta serie en Tokio durante la pandemia de COVID, documentando las hojas que le llamaban la atención o que caían a sus pies; luego, el diario viajó con él a Acapulco y Ciudad de México, donde estaba trabajando en el plan maestro de un gran proyecto público para renovar el Bosque de Chapultepec, el parque central de la ciudad. Desde las páginas de su Diario podemos vislumbrar la práctica cotidiana del artista, así como su profundo interés por el paisaje y el entorno natural. Los trazos y huellas creadas con gouache, tempera, tinta y grafito sugieren una improvisación deliberada, donde las delicadas texturas y formas de cada ejemplar guían su exploración de las estructuras orgánicas y el color. En algunas piezas, las composiciones minimalistas y el dominio de la tinta recuerdan al arte de la caligrafía, mientras que otras parecen más cercanas al ukiyo-e, grabados japoneses con contornos gruesos y paletas de colores vibrantes. Algunos dibujos abarcan una sola hoja, pero muchos de ellos se presentan en su formato original: como páginas dobles en un cuaderno. El Diario parece documentar una forma de lenguaje vegetal, fotosintético, una especie de pensamiento propio de las plantas que se comunica con nosotros desde los enredos botánicos de cada página. En conjunto, crecen hasta alcanzar su propia forma de respirar y escribir, con y en la naturaleza.

Las esculturas de Orozco están talladas en piedra conforme a la relación rotacional entre el tiempo y la materia que se encuentra presente en algunas de sus obras anteriores, remontándose a la década de 1990, desde La piedra que cede en plastilina, hasta las piedras de río talladas en las que grabó formas circulares, órbitas y curvas orgánicas. Buscando trabajar con piedra caliza, en 2017 se mudó con su familia a Bali, Indonesia, donde este material se ha utilizado para construir templos desde hace siglos. Aquí comenzó los Dés, dados en francés, una serie que profundiza en su investigación sobre círculos, ejes, serialidad y simetría. Las esculturas incluidas en la exposición fueron realizadas en México, talladas en piedras locales como el tezontle rojo y el mármol blanco. Cada dado se fabrica utilizando un compás para trazar los mismos círculos concéntricos sobre una cuadrícula estructural, que se dibuja sobre un cubo de 30 x 30 centímetros y se esculpe en cada una de las seis caras. El diagrama geométrico se mantiene constante, pero los volúmenes y vacíos varían de una escultura a otra; como un alfabeto que es usado para narrar una historia distinta cada vez, los dados surgen de un mismo patrón, pero nunca son iguales. Al utilizar estos dibujos para recortar una forma sólida, el artista revela el movimiento contenido en la materia a través de los círculos, la rotación latente en el plano pero que recorre el cuerpo de la piedra.

En sus pinturas más recientes, Orozco articula el encuentro aparentemente inverosímil de dos figuras, ambas realizadas alrededor el siglo XV: el dibujo a tinta de un cuaderno de Leonardo Da Vinci, El hombre de Vitruvio, y la monumental escultura de piedra de Coatlicue, la diosa azteca de la vida y la muerte. Caracterizada por su falda de serpientes retorciéndose, pechos colgantes y un collar de corazones humanos, se cree que la Coatlicue representa la dualidad, la lucha de los opuestos y la encarnación de fuerzas cósmicas conectadas con la fertilidad, la creación y la destrucción. En el lienzo, la silueta de la escultura primero se expande simétricamente mostrando sus perfiles a cada lado de la vista frontal, y luego verticalmente con el reflejo de sus pies, exhibiendo al mismo tiempo múltiples puntos de vista de su volumen sobre un plano bidimensional. Sobre el cuerpo expandido de la Coatlicue se encuentra superpuesto y a escala humana El hombre de Vitruvio de Leonardo, que retrata las proporciones idealizadas del cuerpo humano en occidente. Este retrato es enmarcado por un cuadrado, cuyo centro está en los genitales, y un círculo, cuyo centro está en el ombligo. En el pasado, ambas figuras han funcionado como instrumentos: una para las escalas arquitectónicas de Vitruvio y la otra de forma simbólica en los procesos rituales y espirituales prehispánicos. Al ampliar El Hombre de Vitruvio a escala humana dentro de cada lienzo de 2 x 2 metros, y re-escalar la cabeza, torso y piernas de la Coatlicue, las figuras se entrelazan y sobrepasan las creencias funcionales que las inspiraron. El dibujo y la escultura se transforman en una metáfora pictórica, generando una interacción entre culturas contemporáneas y superponiendo la presunta modulación de nuestros cuerpos en el Universo. Utilizando la antigua técnica de pintura al temple, la serie presenta una composición en cinco versiones, utilizando los mismos cinco colores, pero empleando diferentes técnicas analíticas.

A la par, se exhibe una serie de pinturas anterior, realizada a lo largo de dos años mientras trabajaba en Diario de Plantas y en el proyecto para el Bosque de Chapultepec. Orozco sobrepone El hombre de Vitruvio –concebido originalmente como un diagrama arquitectónico– con imágenes de animales, plantas y referencias culturales específicas. La forma humana aparece entretejida en diferentes composiciones con dibujos de flora y fauna; por ejemplo, en algunos cuadros, la imagen recurrente de la flor de loto empieza a parecerse a las estructuras celulares vistas bajo el microscopio, como si una hoja reflejara el microcosmos contenido en el cuerpo humano. Otra pintura fusiona un pulpo, el dibujo de Leonardo y un diagrama cosmológico jainista que mapea el universo como una isla central rodeada por una serie de ríos, océanos y continentes concéntricos, combinando las creencias Vitruvianas del Renacimiento con una imagen espiritual clásica para el Jainismo. La unión de todos estos elementos nos invita a contemplar una inestable conciliación de fuerzas que oscilan entre animal y humano, femenino y masculino, geométrico y orgánico, científico y espiritual. Así como Diario de Plantas evoca los procesos de crecimiento y decadencia de la naturaleza, estas pinturas ponen de relieve la naturaleza cíclica de nuestro cosmos.

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vista de instalación de gabriel orozco, kurimanzutto ciudad de méxico, 2024. foto: gerardo landa

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